Cómo han pasado los meses, ya van para diez,
y parece que fue ayer, aunque pensándolo bien, ¡tantas cosas han cambiado! Te debía esta entrada, además a tu manera, es decir, despacito, que tú siempre
nos decías que éramos demasiado rápidos para ti. Pues aquí estamos, hablando
tranquilo, pues prisa no hay, ya que un nueve de un ocho de otro once, y así
rodeado de números, decidiste marchar, marchar para que aprendiéramos a
madurar.
Recuerdo perfectamente cuando empezaste a
aparecer por nuestras vidas, una persona introvertida y cerrada, proveniente de
un mundo donde sentir era un valor de débiles, y viniste a parar a otro universo,
a un lleno de personas distintas, quizás algo extravagantes, todas, tocadas por
la vida, y que usaban el apoyo, el cariño y comprensión como armas para luchar
y abrir caminos, recuerdo como quedaste fascinado por esta nueva forma de vida,
antes desconocida por ti, y cómo poco a poco te fuiste integrando, bebiendo de
todos nuestros sentimiento y abriendo lentamente la puerta de los tuyos.
Jamás podré olvidar la eterna felicidad que
pudiste sentir cuando pisaste las playas del desembarco, cuando hace poco menos
de un año navegamos en un helicóptero cruzando el estrecho o incluso devorando
uno de mis potajes de habichuelas, y por supuesto, aquel día de julio en el
Ayuntamiento donde tantos te mostraron su cariño y donde te cantaron unas
impecables colombinas.
De ti hemos aprendido mucho, ahora diez meses
después, más nos damos cuenta de lo aprendido. Didacta por naturaleza y
enamorado hasta los ojos de tu profesión, ibas derramando conocimientos a todo
aquel que mostrara interés por beber de tu sabiduría, a pocos dejaste
indiferente, y a muchos, has ayudado desinteresadamente en algún momento de sus
vidas, pero de ti, también hemos aprendido tu amor por disfrutar de los
momentos, a valorar al dinero como instrumento que es y no como fin, ni como
objetivo de la vida, y el gran amor que se puede sentir por tu pareja,
compañera y confidente.
¡Cuántos días desearía sentarme contigo! Como
lo estamos haciendo ahora, para contarte mis proyectos y sentir ese apoyo y ese
deseo constante de participar, de ceder tus conocimientos y tu trabajo para los
demás. Pero también me apena ver cómo sufrirías si supieras que los que tú
siempre diste por perdido y luchaste por recuperar, perdidos están.
Pero te digo una cosa, palabra de querubín,
que siempre fuiste un sembrador, que con su saca llena de semillas fuiste repartiéndolas
por todos aquellos que se acercaban a ti, y aunque algunas se hayan perdido,
muchas, muchas de ellas han germinado, viviendo, creciendo y brotando en nosotros
parte de ti, formando tu auténtico y vasto legado.
No te olvides que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.
No se puede describir mejor a una persona tan maravillosa, con tanta serenidad y sentimientos, gracias Luis, porque en ti si dejo huella, porque sus semillas si germinaron.
ResponderEliminarNo se ni que decir, me he quedado sin palabras y con dos lagrimas asomándose a la ventana, ¿sera de la condensación?
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios, me alegro que haya sabido transmitiros con palabras parte de la grandeza que él fue.
ResponderEliminarQue tu pluma fluya al son de tus sentimientos es maravilloso.A todos los que os conocemos y le conocimos a él nos llega y nos remueve por dentro tu mensaje tan sincero.
ResponderEliminarEstaría tan orgulloso de vosotros, como siempre lo estuvo de formar parte de vuestra familia.
Gracias Querubín!
Gracias, Luis. Has hecho que las semillas que todavía no germinado, puedan nacer, aunque solo sea un poco. Y que se pueda ver con más claridad que, como en todo monte recien quemado, exista la esperanza de unos nuevos brotes que desean alcanzar la plenitud de su existencia. Sólo nos falta un poco de agua, de tierra y de luz para llegar a ser tan grandes como nuestro compañero y amigo. ¡ Y por qué no decirlo! Un padre.
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