Este fin de semana se ha celebrado en Cádiz la tan esperada Cumbre Iberoamericana. Y digo tan esperada porque los que vivimos en Cádiz llevamos ya muchos años escuchando hablar de la importancia de esta cumbre, de cómo su celebración supone la proyección internacional de la ciudad y que puede ser muy positivo para el turismo y la imagen de la ciudad. Afirmaciones con las que realmente estoy de acuerdo y me sumo a que la celebración de un evento de esta categoría que reúne a jefes de estado de más de veinte países en una misma localidad, es algo muy importante que no hay que tomarse a la ligera.
La Cumbre se inauguró el pasado viernes, la ciudad se vio totalmente sitiada simulando a aquel Cádiz de 1812, pero quizás un poco diferente porque hace doscientos años, en las calles se respiraba un ambiente de alegría, plagado de ilusiones por los cambios tan importantes que se avecinaban y que se estaban gestando dentro de nuestras murallas y los sitiadores se encontraban al otro lado de la bahía, más allá del caño de Sancti Petri.
En esta ocasión la crudeza de la crisis económica y la imposibilidad de nuestro pueblo de poder intervenir directamente para cambiar el rumbo de las cosas, han hecho que el ambiente no fuera ni alegre, ni festivo y además los sitiadores se encontraban dentro de las murallas, debido a los dispositivos de seguridad desplegados en nuestra isla gaditana.
"Pero bueno, todo sea por el bien y la proyección de Cádiz" opinamos más de uno al tener que planificar un fin de semana especial alternando los planes habituales, al no poder coger el coche en los días señalados o incluso no poder sacar el contenedor de basuras a la calle.
El acto inaugural se desarrolló en el Gran Teatro Falla, importante coliseo de la vida cultural de esta ciudad, el teatro bellamente engalanado recibió a numerosos jefes de estado y autoridades y vivió el discurso del Enrique Iglesias, Secretario General Iberoamericano, del que me quedo con los consejos que daba a España para salir de la crisis, basados en la propia experiencia de los países iberoamericanos. Tras él, la intervención del Presidente del Gobierno y del Rey de España, y tras más de 40 minutos de discursos, llegamos a un descansito para la mente, el momento lúdico y cultural del acto.
Esta segunda parte se compuso por un lado de una proyección titulada "una relación renovada" una buena película que va mostrando con imágenes las vinculaciones y similitudes de Cádiz con América, un vídeo breve pero bien hecho y a la altura del acto. A continuación irrumpe el Ballet Nacional de España para complacer a los asistentes con unos 15 minutos de su obra "Suite Sevilla", y aquí mi desconcierto.